24 de JULIO de 2025

La pausa dulce que necesitaba: El sabor que nos une para estar activos

  Nunca imaginé que algo tan simple como el azúcar iba a convertirse en tema de conversación en la oficina. Pero sí, en medio de cafés de media mañana, mates compartidos y sobremesas improvisadas, me di cuenta de que el azúcar —y su eterno acompañante, el endulzante— ocupaban un lugar especial en nuestras rutinas laborales.

  Trabajo en una empresa donde cada minuto cuenta. Los días comienzan temprano, entre correos, reuniones y tareas que se multiplican antes de las 10 de la mañana. Y si hay algo que no puede faltar para arrancar con energía, es el café. Y con el café, claro, viene la pregunta de siempre: “¿Con azúcar o endulzante?”.

  Durante años fui team azúcar sin pensarlo. Azúcar blanca, la clásica. Un par de cucharaditas y todo parecía mejorar. Pero con el tiempo, y después de varios chequeos médicos, me recomendaron reducir el consumo. Ahí empezó mi búsqueda de alternativas. La azúcar granulada que usaba habitualmente ya no era una opción de todos los días, y comencé a explorar otros tipos: azúcar rubia, azúcar morena, incluso algunos sachets de azúcar que teníamos en el comedor de la oficina.

  Cada una tenía su encanto. La azúcar morena, con ese sabor más profundo y rústico, me encantaba para el café de la tarde. La azúcar rubia, más suave y con un toque más dorado, la usaba cuando me preparaba una avena exprés en el escritorio. Y por supuesto, en las reuniones, cuando llegaban galletas o queques, la conversación sobre “qué tipo de azúcar tiene” se volvió parte del ritual.

Pero el verdadero cambio llegó cuando decidí darle una oportunidad a los endulzantes.

  Al principio fue por necesidad. Luego fue por gusto. Descubrí la sucralosa como una opción muy práctica. En formato líquido o en polvo, me pareció una gran alternativa: no tenía ese sabor metálico que a veces uno encuentra en otros productos, y endulzaba con muy poca cantidad. Lo mismo me pasó con la estevia, que usé bastante en infusiones. Me gustó saber que venía de origen natural y que varias compañeras ya la usaban hace tiempo. Me sentí parte de una especie de “comunidad de la estevia” sin darme cuenta.

  La empresa, además, comenzó a implementar mejoras en su espacio de cocina. Incorporaron variedad de productos para todos los gustos: azúcar en sachet, azúcar morena, estevia en sobrecitos, y también sucralosa líquida. Este gesto, aunque mínimo, fue supervalorado. Nos dio la libertad de elegir y nos mostró que la organización se preocupaba de cosas que parecen chicas, pero que hacen la diferencia en el día a día.

  Recuerdo que una colega que es diabética agradeció mucho que tuviéramos opciones sin azúcar. Otra compañera, que está en proceso de bajar de peso, comentó que tener endulzantes disponibles le ayudaba a mantener su plan sin sentir que se restringía de todo. Y así, lo que partió como una decisión individual, terminó siendo un pequeño cambio colectivo en nuestra forma de consumir.

  Hoy tengo un pequeño frasco de sucralosa líquida en mi cajón, junto con algunos sachets de azúcar rubia que prefiero usar cuando quiero darme un gustito. Ya no lo pienso como “azúcar sí o azúcar no”. Lo pienso como una elección que puedo hacer según cómo me siento, lo que necesito ese día, y el tipo de bebida o comida que voy a consumir.

  Desde una mirada más profesional, creo que las empresas tienen un gran potencial al incluir estas opciones en sus espacios de pausa. No se trata solo de café o té. Se trata de bienestar, de ofrecer alternativas, de mostrar que hay una preocupación real por los hábitos saludables sin imponer nada.

  Los proveedores de productos de consumo diario que ofrecen diferentes tipos de azúcar y endulzantes están jugando un rol clave en esto. Tener disponibles formatos prácticos como azúcar en sachet, estevia en sobre, o sucralosa líquida, facilita la decisión de cuidar nuestra salud sin renunciar al placer del sabor.

   Y aunque parezca una simple taza de café endulzada a gusto, es mucho más que eso. Es una pausa consciente. Es un momento de disfrute. Es una elección que habla de autocuidado. Y si esa elección está respaldada por lo que tu empresa te ofrece, se convierte en un mensaje poderoso: “nos importa cómo te sientes, incluso en los pequeños detalles”.

  Porque al final, en la oficina también se vive. Y vivir mejor empieza, muchas veces, con cosas tan simples como cómo eliges endulzar tu día.

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